Apéndice A:
Afirmación de fe
Creemos que las Sagradas Escrituras (Antiguo y Nuevo Testamento) son inspiradas por Dios y
están exentas de error en sus documentos originales (2 Timoteo 3:16-17; 2 Pedro 1:20-21).
Creemos que revelan adecuadamente la mente de Dios y su voluntad para con el hombre (Salmos
119:130).
Creemos que son la guía infalible y todo suficiente para que el hombre entienda y encuentre el
camino de la salvación (Salmos 119:105; 2:Timoteo 3:15), y para que aprenda a adorar a Dios
correctamente (Juan 4:22-24), y a vivir en amor en este mundo (Efesios 5:1-2) desplegando una
conducta piadosa (Tito 2:11-12).
Creemos en un solo Dios verdadero, infinitamente perfecto, creador de todo lo existente. Nuestro
Dios tiene existencia propia y se ha manifestado eternalmente en tres personas divinas: Padre, Hijo
y Espíritu Santo. La trinidad, esencia de la Deidad, es co-eterna en su ser, co-identica en
naturaleza, co-igual en poder y gloria, poseyente de los mismos atributos y perfecciones
(Deuteronomio 6:4; 1 Corintios 8:6; Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14).
Creemos que nuestro Señor Jesucristo es verdadero Dios (Isaías 9:6; Hebreos 1:8; 1 Juan 5:20) y
verdadero hombre (Romanos 9:5; 1 Timoteo 2:5 Juan 1:1,14). Jesucristo nació sin pecado por
intervención y genio del Espíritu Santo (Mateo 1:20), de la virgen María (Mateo 1:21-25). Por
cuanto poseía una naturaleza libre de manchas, vivió una vida inmaculada exenta de toda falta
(Filipenses 2:6-8; 1 Juan 3:5). El Señor Jesucristo ofrendó su vida intachable sobre el altar de la
cruz en holocausto supremo, fragancia de olor suave a Jehová, todo por causa de los pecados
nuestros.
Creemos en la resurrección corporal de Jesucristo y en su ascensión a la diestra de la Majestad en
las alturas (Hebreos 1:3). Sólo Jesucristo es nuestro Sumo Pontífice (Hebreos 8:1) y Abogado (1
Juan 2:1).
Creemos que el hombre existe en estado de total depravación (Isaías 1:4-6; Génesis 6:5; Salmos
51:5). Que si bien fue originalmente creado a la imagen de Dios, heredó la naturaleza pecaminosa
introducida con la caída en el Jardín del Edén (Génesis 3; Romanos 3:10-18, 23). Creemos que el
pecador sin arrepentimiento está irremediablemente perdido (Lucas 13:3; Romanos 2:5) y que es
totalmente inhábil para salvarse haciendo todo el bien que pueda, o por cualquier otro medio (Juan
14:6; Hechos 4:12; Lucas 19:10). Para salvarse el hombre necesita desesperadamente arrepentirse
de sus pecados y recibir por fe al Salvador Jesucristo (Hechos 20:21; Juan 1:12).
Creemos que la salvación es un don (regalo) de Dios (Romanos 5:15; 6:23; Tito 3:5) que se obtiene
por sólo recibirla de Sus manos por la fe (Efesios 2:8-9), sin tratar de añadir obras meritorias de
nuestra parte. Creemos en el poder y la toda suficiencia de la sangre de Jesucristo derramada en el
Gólgota para la limpieza cabal y el perdón absoluto del pecador (Efesios 1:7; Hebreos 10:11-14; 1
Pedro 1:18-19; 1 Juan 1:7), y en su gloriosa resurrección para declarar al hombre justo ante Dios
(Romanos 4:25).
Creemos sin embargo que las buenas obras deben adornar constantemente la vida del cristiano. Si
bien éste no se gana la salvación haciendo buenas obras, urge que demuestre mediante sus buenas
obras la salvación que ya tiene. La Escritura enseña inequívocamente que el cristiano fue "creado en
Cristo Jesús para (no por) buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas" (Efesios 2:10; ). Tito 3:8,14 exhorta dos veces al cristiano a "ocuparse" en
buenas obras; en el 2:7 dice que debemos ser "ejemplo" de buenas obras; en el 2:14 describe a la
iglesia como un pueblo"celoso" de buenas obras. Colosenses 1:10 dice que debemos "llevar fruto
en toda buena obra". El Señor nos salva por gracia, y nos recompensará por las obras (Romanos
2:6-11).
Se concluye, entonces, que el creyente en Jesucristo no hace buenas obras como moneda de trueque
para adquirir (comprar) su salvación, sino que las exhibe en su vida y conducta, espontáneamente,
como resultado inevitable y gozoso de la salvación que ya ha experimentado. La salvación por fe en
Jesucristo siendo una experiencia eminentemente subjetiva o invisible, se hace objetiva o visible,
mediante las buenas obras. Creemos que es en esta venia que el apóstol Santiago dice que la "fe, si
no tiene obras, es muerta en sí misma" (2:17). A lo que también añade: "Muéstrame tu fe sin tus
obras, (un imposible) y yo te mostraré mi fe por mis obras" (2:18).
Creemos que todos los que reciben por fe al Señor Jesucristo "nacen" en la familia de Dios por
operación milagrosa o regeneradora del Espíritu Santo (Juan 3:3; I Juan 5:1; Gálatas 3:26). El
soberano Espíritu de Dios "bautiza" al creyente en "un Cuerpo", la iglesia (1 Corintios 12:13); lo
"habita" (Romanos 8:9,11); lo "sella" hasta el día de la redención (Efesios 1:13-14); y también lo
"llena" en la medida y proporción en que el creyente se rinde al Espíritu de Gracia (Efesios 3:19;
5:18).
Creemos que Jesucristo es el Señor y Cabeza exclusiva de la Iglesia (Efesios 1:22-23; Colosenses
1:18). Esto a pesar de lo que pueda creerse el papa, el "oráculo viviente" de los SUD, o de lo que
arbitrariamente practiquen algunos pastores protestantes.
Creemos que la iglesia primitiva se reunía para adorar, instruirse en la fe y estimularse al amor y a
las buenas obras (Hebreos 10:24). Para tal fin "perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la
comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones" (Hechos 2:42). Este debe
ser el incambiable patrón que caracterice a la iglesia en el día presente.
Creemos que la iglesia no es una organización sino un organismo viviente (Romanos 12:4-5; 1
Corintios 12:12-27), que no es un edificio material hecho de madera o cemento (1 Pedro 2:5) sino
un compañerismo espiritual entre los que han alcanzado fe preciosa. La iglesia está en el mundo
como testigo de su Cabeza, Jesucristo (Hechos 1:8), y debe estar continuamente ocupada en hacer
Su nombre conocido a los perdidos y sirviendo de oasis a aquellos a quienes Cristo ha recibido
(Romanos 15:7).
Creemos que es impropio para la mujer cristiana ejercer autoridad o liderazgo sobre el hombre en eL ejercicio de la oración pública, la predicación, y las enseñanzas en los cultos mixtos de la iglesia (1 Corintios 14:34,35; 1 Timoteo 2:11-12), en los cuales deberá aparecer con la cabeza cubierta (1 Corintios 11:1-16). Creemos que en la vida matrimonial tampoco la mujer debe asumir el liderazgo en lo referente a la conducción de los asuntos del hogar y de la familia (Efesios 5:22-24).
Creemos que el Señor Jesucristo regresará al aire (espacio) para llevar allí a los suyos. Será un
acto privado y exclusivo en el que participará sólo la iglesia (Juan 14:1-3; 1 Corintios 15:51-52; 1
Tesalonicenses 4:13-17). Este evento es inminente (puede ocurrir en cualquier momento), y a esto
llamamos EL Rapto. Este arrebatamiento a las nubes tendrá efecto antes de la Gran Tribulación
(Apocalipsis 3:10; Romanos 8:1; Lucas 21:36; 2 Tesalonicenses 2:1-10).
Creemos que Jesucristo regresará también a la tierra en un acto público a juzgar a los vivos y a los
muertos que por elección propia se quedaron al margen de la iglesia (2 Timoteo 4:1). A este
aspecto de su regreso llamamos La Manifestación "con grande poder y gloria" (Mateo 24:30) y
será personal, visible, audible y palpable a toda la humanidad irredenta (Zacarías 14:4; Apocalipsis
1:7). La Manifestación no tendrá efecto sin que antes "venga la apostasía, y se manifieste el
hombre de pecado, el hijo de perdición" (2 Tesalonicenses 2:3). Luego de su manifestación
Jesucristo establecerá sobre la tierra su Reino de paz (Isaías 2:3-4; Miqueas 4:3), justicia social
(Isaías 11:3-5), y abundancia económica (Miqueas 4:4; Isaías 30:23-25; 35:1-2,7; Amós 9:13-14)
por mil años (Apocalipsis 20:4-6).
Creemos en la resurrección corporal de los justos y de los injustos. Creemos en la bienaventuranza
eterna de los salvos y en el castigo eterno y consciente de los perdidos (Mateo 25:46; Juan 5:28-29;
Apocalipsis 20:5-6,11-15; 1 Corintios 15:51-53; 1 Tesalonicenses 4:13-17).
Creemos que en el momento del Rapto habrá una resurrección primera: la de los cristianos. Después
del Milenio habrá una postrer resurrección que culminará con el Juicio Final de los perdidos. En
este Juicio Ultimo se fallará que los perdidos sean "lanzados al lago de fuego y azufre, que es la
muerte segunda" (Apocalipsis 20: 11-15). Estos pasarán la eternidad "excluidos de la presencia del
Señor y de la gloria de su poder" (2 Tesalonicenses 1:6-10).
Por tanto, creemos que es urgente que todo pecador se arrepienta ahora mientras hay tiempo (2
Corintios 6:2; Hechos 3:19) y reciba por fe a Jesucristo como Señor y Salvador (Hechos 20:21;
Juan 1:12).
¿Lo ha hecho usted?
¿Por qué no lo hace en estos mismos momentos?
Ponga aparte este librito, arrodíllese en cuerpo y encórvese en espíritu ante el Juez de toda la tierra.
Invóquele en alta voz con toda sinceridad. Dígale las siguientes palabras (u otras similares):
"Dios, estoy perdido y lo sé. Soy un miserable pecador y todo lo que merezco es la condenación
eterna. Te doy gracias que me has amado. Gracias por demostrar tu interés en salvarme enviando
a tu Hijo Jesucristo a morir en la cruz por mí. Padre santo, me duele haberte ofendido por tanto
tiempo. Me arrepiento de todos mis pecados y de ahora en adelante deseo separarme de ellos para vivir una vida consagrada a ti. Acepto en mi corazón a tu Hijo Jesucristo como mi única esperanza
y garantía de salvación. Señor Jesucristo, a ti entrego el altar de mi corazón y en tus manos pongo
el timón de mi vida. Entra en mi corazón, límpialo con tu purísima sangre, haz en él tu morada,
transfórmame, regenérame, hazme una nueva criatura, y dame las fuerzas para seguirte siempre y
para serte fiel. Amén."
Si ha hecho de todo corazón esta oración y desea más ayuda espiritual, escríbanos hoy mismo a la
dirección de contacto que aparece al principio de este librito.
jueves, 9 de abril de 2009
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